miércoles, septiembre 25, 2013

El vino de la juventud, John Fante

Trad. Antonio-Prometeo Moya. Anagrama, Barcelona, 2013. 320 pp. 18,90 €

Santiago Pajares

John Fante fue un escritor que se vio forzado a ser guionista. No mucha gente sabía quien era él en esos días, tan sólo un puñado de productores que le llamaban cuando había que reescribir una escena que no funcionaba en una película. Entonces, ese italianini de manos grandes y tez cetrina se sentaba delante de su máquina de escribir y lo arreglaba, como lo haría un fontanero. Pero él no era fontanero, él era escritor, un escritor aspirado por la maraña de Hollywood. Siempre consideró sus trabajos en el cine como una mera manera de ganarse la vida mientras escribía su trabajo de verdad, las novelas y relatos que se quedaban en los cajones con las notas de rechazo de las editoriales. Aunque con el tiempo consiguió publicar sus novelas, estas apenas tuvieron éxito comercial. Desesperado, se dio al juego y al alcohol. Fue entonces cuando llegó su contrato fijo de guionista en Hollywood y su vida se estabilizó. Se compró una casa, se casó, tuvo hijos y jugó al golf, pero nunca se olvidó de la literatura, y continuó escribiendo relatos. Los relatos de los que vamos a hablar ahora. Murió a los 73 años, ciego y con las piernas amputadas a causa de la diabetes.
No muchos escritores tienen el honor de crear un estilo literario, el "Realismo sucio" que después sabría explotar tan bien Bukowski. Fue este, gran admirador suyo, una pieza esencial para la reedición de sus novelas y su póstumo éxito comercial.
Los relatos de este libro parecen episodios de la propia vida de John Fante y, por lo que sabemos, puede que lo sean. Todos, excepto los dos últimos, giran alrededor de una familia italoamericana en Colorado. Allí las costumbres americanas se funden con las antiguas costumbres italianas. Ese eterno padre albañil con las manos manchadas de argamasa que bebe chatos de vino y come pasta a todas horas mientras decide si le da una zurra a su mujer o a sus hijos. El alcoholismo del padre de Fante y la relación violenta con su hijo están perfectamente reflejados en estas páginas. Otro de los temas constantes en estos relatos (y mezclados siempre con los demás) es la culpa católica y cómo los curas la usan para tener dominados a los chicos en la escuela. En estos relatos veremos los nuevos sueños americanos de esos chicos que quieren ser estrellas de beisbol, conducir coches caros y besar a chicas guapas. Pero deben lidiar con todos los problemas de familias desestructuradas, padres alcohólicos, colegios represivos y sueños quebrados por la cruda realidad. No son cuentos amargos ni tristes. De alguna forma John Fante logra rescatar emociones genuinas entre las cenizas y montar con ellas historias, como todo escritor, como todo guionista, como todo aquel que quiera dedicarse a la letras debe saber hacer. Y John Fante sabe. Sabe de sobra. Espero que este libro de relatos sirva, además de como entretenimiento y disfrute para conocer su figura y animarse a leer sus novelas basadas en su alter ego, Arturo Bandini, que son pura delicia.
Respecto a su autodesprecio como guionista, me gustaría acabar con la dedicatoria de "Dago red" a su mujer, recopilatorio de sus cuentos donde se publicaron en su día trece de los relatos de este libro. No me imagino un ejemplo mejor para expresarlo. De mano del propio John Fante:
«Para Esther: de esa puta de Hollywood, ese asqueroso artista vendido, ese sublime pervertido literario, ese letrista frustrado, ese asqueroso montador de escenas, ese lamecoños de la Paramount al que le pagan por el vómito perfumado susurrado por Dorothy Lamour. Te lo dedico con la esperanza de que algún día cercano pueda escribir alguna dedicatoria menos amarga en la guarda de algún libro realmente estupendo».

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