martes, junio 28, 2011

Un día me esperaba a mí mismo, Miguel Ángel Ortiz Albero

Jekyll & Jill editores, Zaragoza, 2011. 128 pp. 18 €

Juan Marqués

“Un día me esperaba a mí mismo / Me decía Guillaume ya es tiempo de que vengas / Para que sepa al fin quién soy / Yo que conozco a los demás / Los conozco por los cinco sentidos y algunos otros”, se lee en el poema “Cortejo”, de Apollinaire (publicado en Alcoholes y recogido, por ejemplo, en Zona. Antología poética, Barcelona, Tusquets, 1980, pp. 71-73). Alcools. Poèmes 1898-1913 se publicó por primera vez en abril de 1913, año y medio año antes de que su autor fuese movilizado por petición propia, y destinado al 38 Regimiento de Artillería, con base en Nîmes, para luchar contra el avance de los alemanes. Desde entonces, y hasta su muerte el 9 de noviembre de 1918, Apollinaire ya apenas conocería ni la paz en Europa ni el sosiego en su propio cuerpo, agitado siempre por un exceso de sensibilidad, talento y pasiones por el que a menudo se sentía aplastado. Demasiado que hacer y que decir en muy poco tiempo. Demasiado que vivir y que amar en un mundo roto.
Centrándose en esos últimos años de vida, el poeta zaragozano Miguel Ángel Ortiz Albero narra en el primer título de la editorial Jekyll & Jill las peripecias, movimientos y delirios de Apollinaire, y lo hace desde dentro, no sólo por el recurso ocasional a la primera persona sino por la reproducción y reivindicación de la vida interior, por la prioridad que se da al pensamiento sobre la anécdota, a la imaginación sobre la cotidianeidad, a la poesía sobre la prosa. Levantando a veces un disimulado collage de citas (no sólo del poeta romano), es éste un libro de amor y de guerra, de trenes hacia el mar y de trincheras, de cartas encendidas y de casas incendiadas. La pasión hacia Madeleine, la amistad hacia Berthier, el apetito de vida y de arte, el excedente de creatividad (que, como conmovedor ejemplo, lleva a Apollinaire a fabricar anillos con piezas de aviones derribados), la reivindicación de la belleza de todo lo existente y la exaltación y urgencia del tiempo presente (pues en la narración no existe el futuro y nadie se remonta apenas a un pasado mínimamente remoto)..., van vertebrando un relato por el que desfilan personajes, como la señora Bragelogne, que merecerían algún día su propia novela.
La edición de Jekyll & Jill es tan impecable que no hace falta añadir nada sobre ello, y con este lanzamiento se amplía la obra del inquieto y fecundo Ortiz Albero, escritor de varios registros y activo artista todoterreno que siempre desafía a quien lee u observa sus obras. Una buena actitud y un impulso necesario para una voz muy poderosa.

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